Opinión
Los males de la política

La doble moral de "Tartufo"

Arturo Rojas, blanco de críticas por todos los frentes.

Por Miguel Ángel Nasso, especial para NOVA

“Pues hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí; el segundo entiende lo que los otros disciernen y el tercero no discierne ni entiende lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil”, dice Nicolás Maquiavelo.

Esta frase de Maquiavelo se refiere a las clases de cerebros en donde el primero discierne por sí mismo, o sea, con autonomía psíquica, teniendo criterio propio. Los segundos que disciernen a través de lo que otros disciernen, es decir sin autonomía ni criterio propio. Y finalmente los terceros que no son capaces ni siquiera de discernir ni lo que los demás disciernen, esto es, no entienden nada, son los que padecen de sonambulismo existencial.

Lamentablemente, en política prevalece la tercera clase de cerebros en una gran mayoría de dirigentes que terminan siendo bufones del gobernante de turno.

"Tartufo" una de las más grandes comedias de todos los tiempos, creación del autor francés Jean Baptiste Poquelin, mundialmente conocido como Molière. Es una obra corrosiva sobre la hipocresía, narra una divertida y muy significativa historia acerca de un hombre de actitud piadosa y beatífica que mediante una falsa rectitud moral, pretende hacer fortuna convirtiéndose debido a ciertas circunstancias en árbitro de los conflictos de una familia francesa pequeño-burguesa, cuyos miembros le otorgan su confianza, y que termina revelándose como un lujurioso y codicioso personaje.

Tartufo (el nombre del personaje), no es un invasor, es una persona a quien se le abren las puertas de una estructura social acomodada incapaz de ver las consecuencias de confiar en quien sólo existe la honradez en su discurso.

En política, está lleno de políticos como Tartufo que utilizan la doble moral como estrategia de seducción cuya principal herramienta es la hipocresía y con respecto a esto, José Ingenieros decía en su libro “El hombre mediocre”: “La hipocresía es más honda que la mentira: ésta puede ser accidental, aquélla es permanente. El hipócrita transforma su vida entera en una mentira metódicamente organizada.

Hace lo contrario de lo que dice, toda vez ello le reporte un beneficio inmediato; vive traicionando con sus palabras, como esos poetas que disfrazan con largas crenchas la cortedad de su inspiración. El hábito de la mentira paraliza los labios del hipócrita cuando llega la hora de pronunciar una verdad.

El abogado Rojas, emulando a Tartufo, presentó un proyecto de ordenanza para transparentar la designación de funcionarios públicos para que vaya en concordancia con las políticas puestas en marcha por el presidente de la Nación, ingeniero Mauricio Macri, y la gobernadora María Eugenia Vidal, de prohibir el ingreso de parientes de funcionarios a la administración pública.

Primero quiero decir que este decreto es atemporal porque si verdaderamente creyeran en el nepotismo el gobierno desde el primer minuto de su gestión lo hubiera llevado a la práctica; segundo, este decreto dispuesto por el presidente Macri es innecesario si se cumple a rajatabla el Art 36 de la Constitución Nacional y finalmente, tercero, esta ordenanza presentada por el Tartufo local pidiendo transparencia en la designación de los funcionarios públicos representa a las claras su doble moral cuando fue poco claro y transparente designando en la planta permanente a sus amigos sin antecedentes del negocio portuario con cargos jerárquicos, convirtiendo en una pequeña Unidad Básica a Puerto Quequén.

Ha demostrado con este accionar una vez más que quien deba dirigir los destinos de Puerto Quequén debe tener un liderazgo ético, que es hacer las cosas como corresponde, de hacerlas bien porque así se deben hacer. Porque aunque vivamos en tiempos difíciles y como cual modernas plagas de Egipto, el abuso, la soberbia y la impunidad que en forma lamentable han intoxicado la sociedad y puesto en jaque muchos valores humanos que sustentaban la convivencia decorosa de los individuos y en donde la ética ha sido desplazada por el pragmatismo de los números, es imperioso ponerle freno a quienes crean que ostentar un poder significar hacer lo que quiere y más lo que tienen que administrar son recursos.

Tiene razón el abogado Rojas que debe primar el valor de la transparencia en el momento de designar cargos públicos, porque según su visión, uno de los peores males que corroe al sistema republicano y democrático es la pérdida de confianza de los ciudadanos en sus representantes.

Pérdida de confianza en su candidatura de concejal sentimos los 9.000 votantes que le cortamos boleta, porque nos dimos cuenta a tiempo que su palabra tiene menos valor que un billete falso.

Me preocupan más las designaciones de amigos sin antecedentes en el área que son nombrados que los parientes de los funcionarios que son idóneos en los cargos que van a ocupar.

Lo que debe primar para la designación de un cargo y su aceptación es el principio de la idoneidad y no es el caso de las designaciones que realizó como presidente de Puerto Quequén, como así tampoco su aceptación al cargo de presidente.

La Constitución Nacional estipula que Argentina no admite prerrogativas de sangre ni de nacimiento y que todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. Y eso, repito, es lo que debe primar más allá del grado de parentesco pueda tener el funcionario designado. No solo la idoneidad no tiene que ser reemplazada por el nepotismo sino también por el amiguismo y la dedocracia.

Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago, reza un famoso refrán, y como dijo en otro pasaje del libro “El hombre mediocre”, José Ingenieros: “Hay que temblar cuando el hipócrita sonríe: vienen tanteando la empuñadura de algún estilete oculto bajo su capa”.

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