Humor
Humor gauchesco

Los relatos del gaucho Mate Amargo: Era un atropeyao

El gaucho Mate Amargo. (Dibujo: NOVA)

“Si no querés errar el camino en la vida, nunca te guiés por las apariencias, quel varón que confía a primera vista suele rodar en la primer vizcachera…”

Aquella mañana habíamos ido al pueblo de Lobería a efectuar una diligencia. Como de costumbre nos acompañaba el gaucho Mate Amargo.

Y también, como de costumbre, habíamos hecho la habitual recalada en el boliche.

A la salida nos cruzamos con don Marcelino Daniel Campiyo, a quien conocíamos de vista, por ser dueño de un campo vecino a la estancia de aquellas vacaciones inolvidables. Lo saludamos con nuestra más refinada cortesía; pero el hombre pasó de largo, ignorándonos por completo.

Heridos en nuestro más profundo sentido dela buena educación, íbamos a increparlo; pero el gaucho Mate Amargo nos contuvo por el brazo, y nos serenó diciendo:

-¿A qué te vas a meter a gayito, si no vas a ganar nada? … Él va seguir siendo distraído y vos vas a quedar como un pendenciero…

Había razón en las palabras del gaucho. Nos serenamos y seguimos hacia el palenque.

En silencio y al paso de los caballos, regresábamos hacia las casas, cuando hacía ya un rato que habíamos dejado atrás las orillas del pueblo, el gaucho Mate Amargo nos dijo:

- Una cosa es este don Campiyo, que no te saludó de distraído, y otra muy distinta son esos engreídos y soberbios que se llevan a todo el mundo por delante como si ellos hubieran nacido con corona…

Íbamos a darle la razón, cuando él, como trayendo las palabras desde el fondo de sus recuerdos, murmuró:

-¡Nunca me viá olvidar del Claudio Sosa, ánima bendita que el Señor tenga en su Santa Gloria, que por los años de los años y en leguas y leguas a la redonda no he visto varón más repudiau, por la forma é llevarse a la gente por delante!...

-¿Mala persona, don Mate Amargo?

-¡Naides en el pago lo podía ver! ¡Y se lo merecía!... Fijate vos que ande llegaba él la gente se hacía a un lau, porque no había cuidau, como si juera ahura mesmo, una vez diba de a cabayo al trotecito, por la oriya el río.

Estaba el mujererío el pago lavando ropa. ¿Vos crees que desvió el cabayo? ¿Pa qué? … Siguió de largo pisoteando toda la ropa. Y recién cuando le gritaron de todo volcó las riendas, pero mandó a una negra al agua de un pechazo…

-¡Qué bárbaro! ¡Pero ese tipo era un salvaje, don Mate Amargo!

-Y no vayas a creer que solamente era ansi con los débiles. Otra vez, era época e votaciones, y estaba el caudiyo hablando en medio e la plaza… ¿Qué te crés que hizo el Claudio Sosa? Dobló por la esquina e los ramos generales y enfiló pal boliche…pero pasando por el medio del mitín, sin que ni siquiera un disculpe se le oyera!

-Suponemos que le habrán dado un buen escarmiento…

-En eso jue en lo que se pensó seriamente el día que con el cabayo cortó una procesión…

-¡Eso ya es el colmo!

-¡Eso mesmo pensó la gente! Se reunieron el padre cura, el comisario, el juez de paz, la maestra, el boticario y el estafetero.  Parlotiaron de lo lindo una tarde entera, y al final, decidieron lo que había que hacer con aquel atropellador.

-¿Y lo hicieron?

-¡Ya lo creo!... Desde el día que lo hicieron, el Claudio Sosa  jue el varón más ponderativo y más rispetuoso. Era un gusto verlo sacándose el sombrero pa saludar a la gente y hacerse a un lau cuando cualquiera se le cruzaba nel camino…

-¡El escarmiento debe haber sido ejemplar! ¡Le habrán dado una buena paliza!- exclamamos ante el relato de Mate Amargo.

El gaucho nos miró de soslayo. Se acarició lentamente el espeso y renegrido bigote, y luego, con el más socarrón de los tonos, dijo:

-No… le pusieron anteojos…   

(De la revista Patoruzú, publicada el 15 de julio de 1963. Relato adaptado a nuestro estilo)

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