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Verano a full

El campamento gitano, lo más cool de la playa necochense

La playa de necochea plagada de vehículos 4x4 y gazebos sobre la arena. (Foto: NOVA)

Estalló el verano en Necochea, y el Presidente del Entur, Eduardo Otero, anda más chocho que perro con dos colas porque le dijeron que hay más turistas que en la temporada anterior.

Pero la euforia no se comparte con los comerciantes. El comercio local no entiende que no hay un mango por ningún lado y literalmente te arrancan las tetas con los precios. Los desatinos van desde 800 mangos: dos jugos, un plato de rabas y una cerveza en un coqueto resto bar de la villa, y a 150 pesos por un kilo de bola de lomo en la carnicería del barrio.

Las olas y el viento viento son sin dudas las vedettes de la temporada para un turismo a gas. Sombrilla al hombro, heladerita cargada, reposera en mano, necochenses y turistas emprenden el peregrinaje por las bajadas públicas que son un verdadero desafío físico que pone a prueba la resistencia del más fornido deportista.

Casi mil metros de arena hirviendo, en algunos sectores, conducen al mar. Las bajadas públicas son una especie de zona gris de la que nadie se hace cargo. Los dueños de los balnearios ni por asomo ponen al menos una tabla y el municipio seguramente está evaluando la problemática. Si no pagas un balneario o tenés una imponente 4x4, la del suave declive se pone heavy para el público en general.

Aunque la miseria es el común denominador, cada lugar de la costa tiene sus costumbres y su joda. En Necochea, el colmo de la topetitud en las últimas temporadas es formar parte del gran campamento gitano que se ubica entre los restos de La Frontera, recuerdo de los Bottiglieri para la posteridad, y la Escollera.

Cientos de camionetas y afines avanzan sobre los médanos llevándose puesto todo lo que encuentran al paso hasta la orilla del mar donde se van ubicando en una especie de cerco o caravana al mejor estilo Far West que delimita el espacio de la tribu.

Gazebos, carpas, sombrillas, media sombra, gomones, lanchas, cuatriciclos invaden la zona más cool de la playa de Necochea y de a poco, pasado el mediodía, el aire se llena de los inconfundibles aromas de la cocina: hamburguesas, milanesas, asados y hasta un alto guiso hierve impune oculto en el campamento.

Si usted, incauto lector, cree que puede hacer uso libremente de la playa pública, sepa que está en un error. El espacio está vedado al común de los mortales por un acuerdo tácito para todo aquel que no posea un vehículo de alta gama y no haya sido invitado por los dueños de la parcela, bajo riesgo de perecer atravesado por una sombrilla.

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