Opinión
Reflexiones

Para ser buenos políticos primero hay que aprender a ser buenos ciudadanos

"Se dice la verdad a medias, el candidato instalado es el que verdaderamente tiene ambiciones personales: es un candidato-individuo", afirma el autor de la nota. (Dibujo: NOVA).

Por el Dr. Stockmann

“Un Enemigo del Pueblo” es una obra de teatro escrita en Noruega en el año 1889 por Henrik Ibsen, que trata sobre un médico que descubre algo que perjudica a la salud del pueblo, pero la complicidad del gobierno y de la oposición se las arreglan para dejar como “enemigo del pueblo” al médico y quedar ellos como los únicos que pueden darle la solución a la comunidad.

El autor con esta obra alertaba contra el peligro que supone una democracia sustentada en la corrupción y la mentira.

Este “enemigo del pueblo” representa el compromiso de un hombre idealista con valores como la verdad, la libertad, la justicia, el bien común, y el conflicto que esto le trae con el sistema político corrupto, los medios de comunicación cómplices del poder y con una sociedad que condena a aquel que acciona en contra de sus intereses mezquinos, difamándolo para mostrarlo como enemigo del pueblo…

En esta obra se antepone las contradicciones entre el bien común y el compromiso individual de un hombre enfrentado (no por culpa de él) a su propia comunidad.

Esta obra bien pudo haberse escrito en la actualidad por la vigencia de su trama, así como por su transcurrir que puede acontecer en casi cualquier lugar del mundo en donde los intereses del capital se antepongan a la protección de la vida y el medio ambiente, muestran a políticos con doble lenguaje pactando cualquier cosa en beneficio individual enmascarado bajo la noción del bien común.

En esta sociedad creemos que somos libres porque podemos votar cada dos o cuatro años, desconociendo la gran verdad que realmente no decidimos nada con nuestro voto cuando solo podemos elegir lo que otros anteriormente decidieron como opciones.

A veces la mayoría pueden tener el poder para tomar decisiones pero no la razón para justificarla. En política pasan actualmente cosas similares a las de esta obra: existe una presunta mayoría que pretende elegir por consenso a un candidato por el solo hecho de presumirlo instalado (para ellos) en la sociedad contra otro que solo (según ellos) tiene ambiciones personales, olvidando las palabras de José Martí: “Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura siempre lo que un pueblo quiere”.

Pero se dice la verdad a medias, el candidato instalado es el que verdaderamente tiene ambiciones personales: es un candidato-individuo. El segundo, el candidato-ciudadano, es el que verdaderamente no tiene ninguna ambición personal más allá de realizar políticas en beneficio del bien común.

Intentemos entonces diferenciar bien quien es un candidato-individuo y quien un candidato-ciudadano: el primero se preocupa por su propio bienestar y el bienestar de su entorno y el segundo por el bienestar de la comunidad. Ejemplo, el primero puede integrar la cooperadora del colegio en donde van sus hijos. El segundo vas más allá de eso se preocupa para que se tengan escuelas en donde quizás jamás vayan a estudiar sus hijos.

También se dice que hay que dejar paso a la renovación política y que viene de la mano de la juventud, cosa que a veces no es así pues el cambio necesario antes que generacional debe ser en la calidad o condición de los dirigentes, reemplazando a quienes creen que la política es una “profesión” de la que se puede vivir, buscando solo un fin o nivel económico por aquellos que mantienen intacta la sed de equidad social, las fuerzas y la vocación para servir al prójimo (candidatos ciudadanos). Contrapuestos a aquellos otros que se disfrazan de políticos de raza utilizando en el discurso las necesidades insatisfechas de diversos sectores sociales para lograr su único cometido: ir en búsqueda de su propio bienestar personal apartándose de la verdadera esencia de la política con un objetivo social, que es la actividad encargada de ir en búsqueda del bien común (candidatos individuo), personas mezquinas que solo buscan convencer para acomodar su vida y la de los adeptos a seguirlo en esta práctica.

En definitiva, hay dejar en claro que existen dos clases de políticos, uno los de raza que son los que tienen vocación de servicio para ir en búsqueda del bienestar colectivo y los otros (lamentablemente muchos) los personalistas que buscan solo en la política un medio para mejorar su bienestar personal lejos del bienestar colectivo propiciando la endogamia que es la actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo.

Está en la sociedad descubrir quién ha llegado a descuidar su propio bienestar para lograr objetivos de mejoramiento colectivo, quién da de lo propio para socorrer al que la está pasando mal, y quién se cuida muy bien de jamás dar un paso sin parasitar los fondos públicos del Estado, que son el dinero de todos.

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