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Situación complicada

Un relato en primera persona de la vida en una casilla de chapas

Marcos Fernández contó su realidad que atraviesa junto a su familia. (Foto: NOVA)

Mucho se habla de la proliferación de asentamientos habitacionales precarios en diferentes puntos de la ciudad. Se trata de casillas de chapa y madera, sin agua, ni cloacas ni energía eléctrica que albergan en ocasiones a más de una familia.

Periódicamente aparecen en los medios de comunicación o a través de las redes sociales publicaciones que denuncian estas construcciones precarias preocupados por la imagen que dan a la ciudad, señalando a sus moradores de delincuentes, ofendidos por la mugre que los rodea.

Vivir en una casilla de chapa y silo bolsa implica la carencia de todo atisbo de comodidad, de salubridad, de higiene, implica cagar en un tarro que se limpia al lado del lugar donde se duerme, se come y se vive.

Marcos Fernández, un vecino del barrio Mataderos, brindó a NOVA un testimonio crudo y valiente de su vida cotidiana en una casa de chapa y piso de tierra, de la vida de sus hijos, sin derecho a una infancia protegida.

El día a día

Marcos arranca el relato contando el inicio de un día cualquiera: “Querés lavarte la cara y tenés que poner agua en una olla o en un fuentón. Querés refrescarte con estas temperaturas y no podes, es complicado en todo. Te faltan las cosas esenciales para poder bañarte, para levantarte y desayunar bien”

Nos cuenta como fue el proceso de construcción de su casa: “Tenés la obligación de buscarte un lugar para vivir y para tratar de salir adelante, no te queda otra que levantarte una casa de chapa. Empezás a juntar palos de eucaliptus, de árbol, juntas chapas oxidadas, podridas, que la gente descarta. La misma situación te obliga a llegar a eso”

La ausencia del Estado Municipal

La soledad, la indefensión, son los peores estados con los que se enfrentó cuando se quedó en la calle con su familia. “Muchas veces fui a la municipalidad a pedir ayuda para mí, para mis hijos, les explique como vivíamos, que no podíamos alquilar, que no teníamos un trabajo fijo. Ellos arman expedientes, los archivan y esperá. Llevo siete años esperando”.

“Con mis hijos seguimos esperando y mientras tanto sufrimos en fio, el calor, que llueva y bajas de la cama y pisas barro, los días de lluvia tenés que tener a los chicos arriba de la cama porque por más que estén adentro se te mojan igual; estas comiendo con los pies en el agua, en el barro”.

Los chicos

En este punto, el relato se hace más duro. A Marcos le cuesta hablar de sus hijos y las carencias que viven. “Es muy doloroso que con tres, cuatro años te pregunten porque vivimos así o que una niña de doce años sea discriminada en el colegio por cómo vive, de que no pueda invitar a sus compañeritas a la casa porque le da vergüenza, porque no tiene un baño, porque no tiene una casa como la de ellas”

Cagar en un tarro

La falta de servicios básicos en el hogar como el agua o un baño hace la vida muy difícil, sobre todo para mantener las condiciones de salubridad e higiene necesarias. “Cuando vivís en una casa de chapas estas obligado a construir un baño precario, a bañarte como podes en fuentones, en baldes”.

Continua relatando: “Todo se acumula, se acumula la materia fecal, la orina, el agua con la que te bañas. Por ahí haces un pozo y lo tiras ahí pero eso se junta y genera mucha contaminación sobre todo para los chicos que juegan alrededor de ese pozo, o van al baño descalzo. Limpias con lavandina, pero igual, no alcanza”

Ponete en mis zapatos

Marcos finalmente concluye su relato: “Yo creo que no hay nadie en este mundo al que le guste vivir como vivimos. Tendrían que ponerse en nuestro lugar o como les digo a veces, vengan a vivir una semana a mi casa, traigan a sus bebes a dormir una siesta a nuestras casas con estas temperaturas que tenés que sacar a los nenes cuando se duermen porque cuando se calienta la chapa o el silo bolsa que pones para que no se te llueva, el calor es insoportable, los chicos se enferman adentro de la casa”.

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